Blanco, blanco, todo blanco sin matices. El blanco es peor que el
negro porque el negro se puede aclarar si se consigue atrapar un rayo luminoso
distraído, pero del blanco no se puede salir porque no es la luz capaz de imprimirle
tonalidades. El negro es la angustia, el blanco la desesperanza.
Aunque quizás la
esperanza del blanco se la aporte el negro: negro sobre blanco escribe
historias, trenza argumentos, desenlaza leyendas, aporta memorias. La mente en
negro es pulsión de muerte, la mente en blanco es la locura del todo o nada,
del infinito impensable. La locura es nada por quererlo todo sin límites. Se
puede vivir al límite, pero no sin límites, lo humano es limitado, finito,
mortal.
Gregorio malvivía al
margen, pero lo traspasó y ahora no puede vivir más allá, se ha quedado en
blanco. Antes era la oscuridad opresiva, ahora es el vacío asfixiante.
Suspendido en la ingravidez, no es posible desafiar las leyes de la física y
transitar por este mundo porque los pasos no dejan huellas, y sin huellas tanto
se podía haber pisado como no. Inquietante provocación a la mortalidad.
El loco Gregorio se
ha instalado en una cueva del barranco. Confinado eremita, se le ve sucio, casi
desnudo debajo de restos de ropa en jirones, barbudo y desgreñado. Asalvajado y
desculturalizado, la vida al natural es muy primitiva, es anormal sin normas.
Sin páginas, se ha quedado sin narración, sin palabras, se ha quedado sin
discurso. Blanco vacío levitando en el tiempo, sinviviendo irrescatable.